Autor de la entrada: Kike Gª Cerviño (La ALACENA Roja) Fotos: La ALACENA Roja.
Siempre había tenido ganas de ir
al Caribe. No sé si porque me gusta mucho la playa o por aquel famoso anuncio
de Halcón Viajes… el de Curro. Pero no sabía que el Caribe estaba tan cerca.
¡Sí! ¡Sí! Aquí al lado, a tan solo 32 kms. de casa, y no hacen falta ni vuelos
transoceánicos ni gastarse cientos de euros para descubrirlo, tan solo una
pequeña embarcación de 12 plazas con un potente motor de 350cv, un buen patrón,
gastarse unos eurillos y… el “Caribe gallego” está muy cerca. He de decir que el día
acompañaba, después de casi 3 meses lloviendo sin parar y hartos ya de
ciclogénesis explosivas, el sol relucía en el cielo azul. Aunque a las 10:30h
de la mañana, hora del embarque, aún no calentaba lo suficiente y soplaba un
poco viento del norte, nada que no solucionase una buena cazadora y un buen
fular alrededor del cuello.
Embarcamos desde O Xufre, el
muelle principal de la Illa de Arousa, en la primera ruta de este año. Embarcamos
8 “turistas”, algunos ya conocidos, y quizás por ello la jornada fue tan
agradable y distendida: Estela de “Lares y Mares”, Nacho de la Quinta de SanAmaro, Rocío de la “Cocina de mi abuelo”, Marcelo de “Adega Eidos”, y otros a
los que fue un gusto conocer como Isabel y Antonio de Cobres Rural, Aroa de
VioViajes y Suso, futuro hostelero en Sanxenxo y motero en “Motos Vellas do
Salnés” y “MotoReina”, además de Gabi Comojo, el apasionado y experto patrón de
Amare Turismo.
Lo primero que Gabi nos explicó
fue el funcionamiento de una batea (mejillonera), una estructura flotante cuadrada
de 20 x 25 metros, de grandes vigas de madera de eucalipto unidas entre sí,
unidas a su vez a un gran bloque de hormigón en el fondo del mar por medio de
una gruesa cadena de hierro para que no se la lleven las corrientes marinas.
Gabi nos explicó que ya solo con el peso de la cadena, las bateas no se
moverían. Esta cadena tiene una longitud del triple de la medida al fondo del
mar para que puedan girar sobre sí mismas según las corrientes.
La propia batea se convierte en
un ecosistema en sí misma, alrededor del cual viven numerosas clases de peces,
algas e incluso mariscos. Rocío apuntaba que los camarones de las bateas son
los mejores y más sabrosos, y de esto ella sabe mucho. A mí particularmente me
llamaban la atención unos 4 ó 5 depósitos de agua encima de cada mejillonera. No
sabía qué función desempeñaban y Gabi me explicó que se utilizan para compensar
el peso según haya más o menos cuerdas en un lado u otro, y nivelar así la
batea.
De las vigas cuelgan las cuerdas
que se hunden en el agua con, principalmente, mejillón aunque también puede
haber algunas con ostras. Nos contaba Gabi que los mejilloneros recogen la cría
de mejillón, la “mejilla”, en las rocas en los meses de octubre a abril y la
unen a la cuerda a través de una malla fina que a medida que el mejillón crece
se va desprendiendo. Transcurren 6 meses hasta que se recogen, se hace una
selección por tamaño, que se denomina “desdoble”, y se recolocan hasta
conseguir el tamaño deseado, alrededor de 18 meses, según su destino: delicatesen,
conserva o consumo en fresco.
Una vez el mejillón tiene un buen
tamaño, el barco “bateeiro” eleva las cuerdas a través de sus grandes grúas
descargando en cubierta el mejillón y comenzando su clasificación por tamaño.
Los más grandes son los más codiciados por la industria conservera de
delicatesen, y así podemos ver latas de conserva de mejillón con tan solo 4 ó 5
unidades. Los que se destinan a la industria conservera no delicatesen se
cargan en “bruto” en camiones hacia las industrias donde allí mismo realizan la
selección según tamaños y calidades. Los que encontramos en el mercado se
seleccionan manualmente y se meten en mallas de 1 ó 2 kgs.
Habitualmente, el mejillón
destinado a la conserva se recoge en verano y el que se consume en fresco habitualmente
en otoño e invierno, aunque también a lo largo de todo el año. Además, es un
producto con bajo contenido en grasas, muchas proteínas, vitaminas B12, B2 y
B9, y con mucho hierro. Es fácil de cocinar y admite muchas y fáciles
preparaciones: al vapor, en escabeche, a la marinera, con vinagreta, bechamel
en su propia concha (los llamados mejillones “tigre”), en empanada… pero vamos
a la ruta que me estoy yendo por las ramas.
Continuamos recorriendo la costa
alrededor de la isla en dirección a la salida de la ría al mar. Nos encontramos
con las primeras pequeñas y tranquilas calas y el faro de Punta Cabalo,
construido en 1852 sobre unas rocas, desde el que se puede disfrutar de unas
vistas a la Ría de Arousa tomando algo en el pequeño restaurante que allí se
encuentra.
Cuando llegamos al Islote de
Areoso tuve claro que ya no quiero ir al Caribe ¿para qué? Si lo tengo al lado
de casa. Areoso parece una duna de arena fina y aguas turquesas surgida del
fondo del mar. Tengo claro que volveré un día de verano a disfrutar de un gran
día de playa. Por tan solo 15€ ida y vuelta, Amare Turismo Náutico nos lleva y
nos trae desde cualquier punto de la isla. Gabi se quejaba de la poca
consideración de los propietarios de los yates o embarcaciones de recreo que
siendo ésta una zona con una gran riqueza marisquera, no la respetaran como
debieran y que al final pudiese incluso cerrarse el acceso para proteger su entorno.
Después de contemplar el Islote
de Areoso nos acercamos de nuevo a la costa, al Parque Natural de Carreirón,
una zona especial para la protección de aves como cormoranes, patos y garzas,
de playas desiertas incluso en verano como la Playa dos Espiños y Dos Petóns,
de aguas tranquilas y gran cantidad de árboles para una buena siesta a la
sombra. Para llegar a ellas por tierra hay una caminata de unos 15 minutos pero
merece la pena.
Dejamos atrás el Parque do
Carreirón por la Punta da Cruz y Punta da Arnela para acercarnos al puente que
une la isla con Vilanova de Arousa y observar el duro trabajo de los mariscadores
de almejas y berberechos. Solo de esta manera se puede apreciar y valorar por
qué este marisco tiene el precio que tiene en el mercado.
Aprovechando la parada y siendo
ya la hora del aperitivo ¿qué mejor que una empanada de zamburiñas y una copa
de albariño de Adega Eidos? Pues a ello nos pusimos siendo la envidia de todos
los marineros que allí faenaban y a punto estaban ya de regresar a puerto
después de un largo día de faena.
Cruzamos el puente muy despacio y
con el motor algo levantado para no dañar el fondo marino ni la hélice, ya que
la marea estaba baja (me quedé sorprendido por la poca profundidad). Gabi
comentó que en días de mareas vivas, cuando la marea está baja se puede cruzar
caminando de lado a lado sin dificultad.
Completando la vuelta a la isla,
doblando la Punta do Furado y Punta Aguiuncho regresamos a nuestro punto de
partida, no sin antes de la foto de grupo completando una jornada maravillosa
en buena compañía y habiendo descubierto un “Caribe gallego” de arena fina y
aguas turquesas.