domingo, 21 de mayo de 2017

Champagne, el glamour de un vino único

Texto: Alberto Traversa
Fotos: Martina Vicente / Alberto Traversa

Si saborear un champagne es como un premio para nuestros sentidos, qué no será catar y degustar cuatro propuestas diferentes acompañadas de una explicación animada y didáctica de la historia de estos vinos, de sus lugares y formas de elaboración y, sobre todo, de la singularísima diversidad de esta bebida que mantiene vivo en el tiempo un halo de tanta calidad como glamour.

Esto fue lo que intentamos asimilar y disfrutar recientemente en el Centro Superior de Hostelería de Galicia (CSHG), en cuya aula de catas dos de las mujeres que más saben en España del universo de esta burbujeante bebida se dieron cita para compartir conocimientos y algún que otro secreto ante una treintena de sumilleres, hosteleros, aficionados y unos pocos elegidos de algún medio de comunicación especializado. Nuria Gené, directora en España del Comité Interprofesional del Champagne, y la inefable Mercedes González, Embajadora del Champagne en nuestro país, fueron las anfitrionas de esta introducción al mundo del champagne y al aprendizaje de la cata de estos vinos, absolutamente irrepetibles.
Es este universo del champagne tan exquisito como complejo, donde todo se debe ver bajo el concepto de la diversidad. Pero para empezar correctamente habría que resaltar que ya estos vinos eran elaborados por los romanos y a partir de ahí el mágico encantamiento del champagne hipnotizó a emperadores, reyes y nobleza hasta llegar a la Iglesia, pues los abades y obispos fueron grandes elaboradores y promotores de estos vinos. 


Aquella tradición aristocrática del champagne es símbolo y seña de identidad del glamour en la actualidad, donde claramente se identifica la calidad de un producto con la mismísima denominación champagne.

Por cierto, el único y auténtico champagne es francés, no valen aquí copias u otras denominaciones que han surgido en algunos países que reniegan de la exclusividad del origen del champagne (como es el caso de los EE.UU.); y de preservar y consolidar el buen nombre de este vino se encarga, entre otras funciones, el Comité Interprofesional del Champagne, un organismo que está perfectamente integrado tanto por las denominadas Grandes Marcas del champagne como por los “vignerons”, los viticultores más pequeños, los cuales aportan sus cientos de parcelas para los vinos que producirán las Grandes Marcas y demás productores de la zona.
Hablando en cifras, España es el noveno importador de champagne francés, con cerca de 4 millones de botellas al año, de las cuales un 83% son de brut, en tanto que el resto se segmenta entre el champagne rosado y el cuvee prestige. De esos 4 millones de botellas, un 55% lo consumen los particulares (canal Alimentación) mientras que el 45% restante va directamente al canal Horeca. Y aunque su consumo continúa siendo fuertemente estacional (casi un 80% en épocas navideñas), cada vez encuentra una mejor salida a través de su venta por copa o bien como aperitivo.

Si tuviéramos que exponer las diferentes cualificaciones del champagne seguramente nos perderíamos en un maremágnum de términos que aun siendo simples podrían hacerse laberínticos; por ello, preferimos esclarecer apenas algunos apuntes que consideramos interesantes, como por ejemplo que básicamente en la elaboración de un champagne se utilizan tres variedades principales: las tintas Pinot Noir y Meunier y la blanca Chardonnay. El champagne es básicamente un ensamblaje permanente y en su elaboración entran otros vinos llamados “de reserva”, que tienen su origen en vendimias anteriores (se trata de vinos que a veces se conservan en botella durante decenas de años). Para tener una idea de la cantidad de ensamblajes que puede tener un champagne, hay algunas marcas que hacen constar más de sesenta en la elaboración final del vino. Y es esta elaboración final la que está en manos de un “guardián de las esencias de los vinos de cada casa”, según definen (cual relato más propio de ‘El Señor de los Anillos’) las bodegas francesas al maestro cavista, encargado y responsable único y absoluto de los ensamblajes del champagne de cada marca.
Si la finalidad del ensamblaje es producir un vino especial a partir de uva blanca, se le denomina “blanc de blancs” y si el ensamblaje está formado por uvas negras se llama “blanc de noirs”.
La simpática Mercedes González también nos aclaró el término “millesime” que figura en algunas etiquetas de champagne. “Se refiere a vinos elaborados a partir de una vendimia extraordinaria, con los cuales el maestro cavista decide elaborar una cuvée solo con vinos de ese año”, explica; en tanto que una cuvée de prestige es la joya de la corona, en este caso del elaborador, pues es el ensamblaje de los vinos más excepcionales, la perfección de lo perfecto que la naturaleza y el arte del elaborador pueden ofrecer.
También es de resaltar que toda la vendimia (de las 32/34 millones de hectáreas con en torno a 280.000 parcelas) se hace a mano. En el “terroir” no entra máquina ninguna. Y como dato más que interesante y para tener en cuenta es el hecho de que cada bodega junto al propio Comité Interprofesional siempre “hacen” una reserva importante de cada añada de champagne que sale al mercado; una iniciativa que nos convendría aprender en España a tenor de los últimos ejemplos de la destrucción de importantes cantidades de viñedos por cuestiones climatológicas -como las heladas o el granizo- o alguna plaga. Una magnífica solución para no quedarse sin vino (ante cosechas muy escasas) y por lógica no perder mercados a los que no se pueden proveer.
Luego se habló de los diferentes champagnes (brut nature, brut, demi-sec, rosados, etc.), de la identificación de cada vino según la información que registra la etiqueta, del degüelle, del término Cru (que no es otra cosa que la parcela de donde proceden las vides) y de las conveniencias de su temperatura de servicio en mesa. Pero lo mejor de todo fue catar y saborear cuatro champagnes diferentes, cuatro soberbios vinos donde, a gusto de este cronista, el monovarietal de Meunier fue casi una experiencia religiosa.

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