Texto: Alberto Traversa – Fotos: Alberto Traversa / Martina Vicente
Cuando planificamos un nuevo itinerario turístico es tan importante el
lugar por visitar y descubrir como la cercanía o no de nuestro punto cero del
viaje; porque de lo que se trata es de aprovechar cada momento, disfrutar de
cada paisaje, de cada nueva experiencia que nos acerque a las gentes, a la
historia y a la naturaleza del territorio por explorar. Así fue nuestro largo
fin de semana en la vecina villa portuguesa de Ponte de Lima, donde la
tradición y la cultura maridan a la perfección con nuevos espacios por conocer,
pero siempre desandando un camino que encuentra a estas gentes en la labor
permanente de recuperar el riquísimo patrimonio de esta ciudad que aún respira
aires de nobleza.
De la mano de Turismo do Porto e Norte, un organismo autónomo que se
ha convertido en embajador y promotor de los inmensos recursos turísticos que
ofrece el norte de nuestro hermano Portugal, pudimos descubrir las mil y una
aventuras que nos propone Ponte de Lima, una localidad que ofrece una cara de
relax y gusto al caminar por sus callejuelas, cruzando su viejo puente romano o
sorbiendo un gozoso café mañanero mientras nos inventamos historias de
caballeros admirando su Torre da Cadeia Velha, que fuera prisión en el siglo
XVI y que actualmente es centro inagotable de exposiciones que nos adentran a
conocer más de este territorio.
Pero Ponte de Lima no solo es patrimonio cultural. Es como un familiar
cercano de Galicia, porque por ella pasan buscando la bienaventuranza los
peregrinos que se dirigen a Santiago de Compostela por el Camino Portugués; y
también es cruceiros y un sinfín de rincones que nos hablan de la grandiosidad
de esta villa en tiempos del Medioevo, cuando era una de las fortalezas
principales de defensa del territorio.
Pero además de todos estos paisajes, Ponte de Lima es corazón en la
producción de los buenos Vinhos Verdes. Por eso visitamos la bodega Quinta da
Fonte, donde se elabora, principalmente, un blanco monovarietal Loureiro,
aunque también disponen de unas pocas viñas de Vinhao, de Albariño y de Espadeiro
(elaborándose también un vino monovarietal con la primera y un segundo vino que
es un coupage de las otras dos variedades). Aquí, el trato a la cepa -todas
ellas con medio siglo de existencia- es similar al mimo que ponen en la
elaboración de los vinos, que se hacen de forma tradicionalmente artesanal.
Bajo estos parámetros elaboran, además, un espumante a base de Loureiro.
La construcción de la casa principal de Quinta da Fonte tiene su
origen en el año 1830 y su nombre proviene de las innumerables fuentes (unas pequeñas,
otras de mayor tamaño, casi barrocas algunas…) que jalonan los caminos que
discurren por la finca, de 10 hectáreas, pero también adornan el exterior e
incluso el interior de la propia casona. Pero lo interesante de esta empresa
vinícola es su puesta a punto con los tiempos que corren, para lo cual están
desarrollando un atractivo programa de enoturismo que permite participar de la
vendimia, pisar uva de la forma más ancestral conocida o aprender a cocer el
pan en el pequeño obrador de la bodega. Todo esto pensando en los turistas y
más que vendrán, porque en la bodega están acondicionando sus casas nobles para
reconvertirlas en un hotel de cuatro estrellas con 15 habitaciones más dos
apartamentos. Todo prácticamente a punto, excepto la fase de diseño interior y
ambientación de los futuros establecimientos que esperan abrir a principios del
próximo 2019.
Dejamos la bodega con ese buen sabor del vino catado, que acompañamos
de un sabroso Folar Limiano, para visitar Casa do Proveedor, donde el simpático
cocinero Daniel Pinheiro nos relata los platos que vamos a degustar: unos
Mejillones de entrante, una estupenda Carne miñota asada al horno y un Bacalao
acompañado de migas de pan de maíz (broa).
Por la tarde, y a pesar del mal humor del tiempo (pues no paraba de
llover), visitamos el Centro de Interpretación del Territorio, un espacio
abierto al visitante donde se promociona y se trabaja activamente en la
recuperación del patrimonio cultural de Ponte de Lima.
Abierto hace un año, el
Centro no solo contiene parte de la historia de esta villa medieval (varias
salas ambientadas con viejos telares y algún alambique antiquísimo), sino que
también ofrece la experiencia de que el visitante pueda cocer su propio pan.
Este breve aprendizaje de panadero se refleja en los cursos de cocción del pan
que ofrecen semanalmente. A ellos concurren los pequeños con sus escuelas, una
excelente manera de introducir con la práctica los viejos oficios que se
desarrollaban en Ponte de Lima. Por cierto, el resultado del amasado, su posterior fermentación de 1 hora, y la
cocción en el horno durante 1 hora y a alta temperatura (200 grados), da como resultado un pan crujiente,
sabroso y de calidad inmejorable (a pesar de nuestra torpeza como panaderos).
De esta forma tradicional de hacer el pan no está documentado su
origen, aunque las gentiles guías del Centro nos informan que seguramente data
del siglo XV. ¿Y por qué maíz? -preguntamos-. Porque Ponte de Lima fue, y sigue
siendo, un territorio especialmente productivo en el cultivo de este cereal,
que era el que en sus orígenes consumían las gentes del pueblo. Al respecto,
hay una anécdota real en torno a la elaboración de este pan. A principios del
año 1900, las familias ricas y pudientes cocían pan en los hornos y obradores
de sus fincas para dárselos a los más pobres de la ciudad.
En breve, en este Centro también impartirán cursos de amasado y elaboración
de dulces y bizcochos. Tendremos que volver…
Pero como esta tierra fue también dominio del poderoso dios Baco,
tampoco pudimos dejar de visitar el Centro de Interpretación y Promoción del
Vinho Verde, uno de los mejores vinos de Portugal.
Allí nos adentramos en la
producción y en la vida de estos viticultores portugueses que, aun modernizando
todas sus instalaciones, reniegan de hacer el vino de otra manera que no sea
artesanal. Nos explican que la pasión y el amor por esta tierra única es casi
una nota de cata de estos vinos, hechos con corazón y la sapiencia que
aprendieron de épocas del Imperio Romano. La Loureiro y la Vinhao son las
castas típicas de la región, cuyas datas documentadas de elaboración de los
primeros vinos son del año 1520. En la actualidad, los Vinhos Verdes se
exportan a 70 países y aportan cerca de 30 millones de euros. Aquí, en épocas
de cosecha, participa todo el mundo, cerrándose el ciclo con la denominada
Festa das Vendimas, una celebración tan popular como lúdica y hasta de interés
turístico.
Por la noche, a la hora de la cena, tuvimos el placer de degustar otra
forma distinta de elaborar el Bacalao. Fue en el restaurante Encanada (casi una
institución gastronómica en Ponte de Lima) y damos fe que de este manjar no nos
olvidaremos en un largo tiempo.
Al día siguiente aún quedaban cosas por visitar, como los encantadores
y magníficos jardines. Un abanico de colores y naturaleza que los pontelimianos
se encargan, y muy bien, de cuidar y conservar en perfecto estado. Un paseo por
ellos, con el fondo de los puentes romano y medieval -unidos sin solución de
continuidad- que dividen en dos esta villa singular, es casi un fotograma de
película.
Café de por medio (que no puede faltar en Portugal, donde saben hacerlo
cual baristas) y muy próximo a estos jardines de ensueño, se encuentra el Museu
do Brinquedo, o lo que es lo mismo, un espectacular museo del juguete que
dispone de siete salas, a cada cual más atractiva. Aquí volvimos a ser niños, a
jugar con soldaditos de plomo, a hacer carreras con coches descapotados de
latón, a disparar a los malos con un rifle de madera o a reconocer maravillosos
salones o cocinas en miniatura. Los juguetes más antiguos, realizados en pasta
de papel, cartón, madera u hojalata.
Este Museo expone cerca de 3.000 juguetes (y juegos de mesa), todos
ellos fabricados manualmente y por empresas familiares (ya desaparecidas). Este
espacio es fiel reflejo de la historia del sector, puesto que varios juguetes
hechos en plástico marcan el cambio de materiales de fabricación: de la chapa o
madera al plástico; una norma establecida por la UE y que Portugal tuvo que
hacer suya rigurosamente a partir del año de su ingreso a la Unión Europea, en
1986. Todo por una cuestión de conseguir una mayor seguridad en el material que
se utilizaba en la fabricación de los juguetes, pero que provocó el cierre de
algunas factorías.
Al respecto de esta industria (repetimos, artesanal) del juguete,
Portugal copiaba los modelos de diseño italiano, principalmente, pero los
portugueses eran más pequeños y realizados con materiales de menor coste.
Aunque esto parezca un contrasentido respecto a la calidad del juguete, a
partir de esta modificación, la industria del juguete se mecaniza, se hace competitiva
en Europa iniciándose un camino de exportación muy beneficioso, principalmente
con destino a Alemania.
Todas estas magníficas piezas se pueden contemplar gracias a la
aportación de un único donante, Carlos Anjos, quizá el rey de “Nunca Jamás”.
Pero este Museo también tiene su propio taller de arreglos y
conservación de las piezas, un “hospital de juguetes” -nos dice la guía-, que
es casi la antesala del último salón por visitar, en el que una espectacular
maqueta gigantesca (de 6 por 4 metros y de origen alemán) de trenes eléctricos
semeja una ciudad cualquiera de Europa, con su aeropuerto, sus edificios, su
estadio de fútbol y hasta los palacios y castillos en las serranías de los
bosques cercanos a la ciudad.
Finalizando la visita, nos adentramos en la sala de ‘Embalajes con
historia’, otra forma de descubrir el paso del tiempo a través de los
materiales y de los propios juegos que se fabricaban.
Nos queda mucho por visitar en Ponte de Lima pero por ahora, y hasta
una nueva visita, cerramos este relato con el recorrido por la décima edición
de la Feria de Caza, Pesca y Ocio, una cita donde, además de encontrar todo lo
que pueda necesitar un aficionado a la cinegética o a la pesca (desde perros
hasta cualquier prenda de equipamiento deportivo), se ofrecen productos y
alimentos elaborados en la comarca.
Quesos, dulces, pan, licores y un sinfín de
embutidos (enchidos) caseros hacen las delicias de cualquier aficionado a los
alimentos artesanales. En este espacio pudimos participar de un showcooking de
Daniel Pinheiro (quien elaboró un Pichón con vino do Porto, beicon, cebolla,
pimienta negra y castañas y setas de la comarca); asistir a una cata de vinos
tintos regionales con quesos y chocolates; conocer las nuevas rutas de
senderismo y naturaleza por el norte de Portugal y empezar a disfrutar de
nuestra próxima visita a Ponte de Lima, que será en septiembre, en ocasión de
la celebración más lúdica de la villa, las Feiras Novas, una cita ineludible
por la iluminación de sus edificios y puentes, por la “batalla” de concertinas,
por los fados, por degustar su plato típico -el Arroz de Sarrabulho-, por los
desfiles de sus singulares y enormes Gigantones y Cabezudos (inmensos muñecos
humanos), por los vinos, por la amabilidad y simpatía de los portugueses y por
la magia del ambiente y la vida nocturna de la villa más antigua de Portugal. Pero
ésta es otra historia…
Por último, nuestros agradecimientos más sinceros a Cristina Mendes,
de Turismo do Porto e Norte, y a Nuno Brandâo, técnico de turismo de Ponte de
Lima.