lunes, 24 de marzo de 2014

Isla de Arosa, paraíso cercano.

Autor de la entrada: Kike Gª Cerviño (La ALACENA Roja) Fotos: La ALACENA Roja. 

Siempre había tenido ganas de ir al Caribe. No sé si porque me gusta mucho la playa o por aquel famoso anuncio de Halcón Viajes… el de Curro. Pero no sabía que el Caribe estaba tan cerca. ¡Sí! ¡Sí! Aquí al lado, a tan solo 32 kms. de casa, y no hacen falta ni vuelos transoceánicos ni gastarse cientos de euros para descubrirlo, tan solo una pequeña embarcación de 12 plazas con un potente motor de 350cv, un buen patrón, gastarse unos eurillos y… el “Caribe gallego” está muy cerca. He de decir que el día acompañaba, después de casi 3 meses lloviendo sin parar y hartos ya de ciclogénesis explosivas, el sol relucía en el cielo azul. Aunque a las 10:30h de la mañana, hora del embarque, aún no calentaba lo suficiente y soplaba un poco viento del norte, nada que no solucionase una buena cazadora y un buen fular alrededor del cuello.

Embarcamos desde O Xufre, el muelle principal de la Illa de Arousa, en la primera ruta de este año. Embarcamos 8 “turistas”, algunos ya conocidos, y quizás por ello la jornada fue tan agradable y distendida: Estela de “Lares y Mares”, Nacho de la Quinta de SanAmaro, Rocío de la “Cocina de mi abuelo”, Marcelo de “Adega Eidos”, y otros a los que fue un gusto conocer como Isabel y Antonio de Cobres Rural, Aroa de VioViajes y Suso, futuro hostelero en Sanxenxo y motero en “Motos Vellas do Salnés” y “MotoReina”, además de Gabi Comojo, el apasionado y experto patrón de Amare Turismo.

Lo primero que Gabi nos explicó fue el funcionamiento de una batea (mejillonera), una estructura flotante cuadrada de 20 x 25 metros, de grandes vigas de madera de eucalipto unidas entre sí, unidas a su vez a un gran bloque de hormigón en el fondo del mar por medio de una gruesa cadena de hierro para que no se la lleven las corrientes marinas. Gabi nos explicó que ya solo con el peso de la cadena, las bateas no se moverían. Esta cadena tiene una longitud del triple de la medida al fondo del mar para que puedan girar sobre sí mismas según las corrientes.
La propia batea se convierte en un ecosistema en sí misma, alrededor del cual viven numerosas clases de peces, algas e incluso mariscos. Rocío apuntaba que los camarones de las bateas son los mejores y más sabrosos, y de esto ella sabe mucho. A mí particularmente me llamaban la atención unos 4 ó 5 depósitos de agua encima de cada mejillonera. No sabía qué función desempeñaban y Gabi me explicó que se utilizan para compensar el peso según haya más o menos cuerdas en un lado u otro, y nivelar así la batea.

De las vigas cuelgan las cuerdas que se hunden en el agua con, principalmente, mejillón aunque también puede haber algunas con ostras. Nos contaba Gabi que los mejilloneros recogen la cría de mejillón, la “mejilla”, en las rocas en los meses de octubre a abril y la unen a la cuerda a través de una malla fina que a medida que el mejillón crece se va desprendiendo. Transcurren 6 meses hasta que se recogen, se hace una selección por tamaño, que se denomina “desdoble”, y se recolocan hasta conseguir el tamaño deseado, alrededor de 18 meses, según su destino: delicatesen, conserva o consumo en fresco.


Una vez el mejillón tiene un buen tamaño, el barco “bateeiro” eleva las cuerdas a través de sus grandes grúas descargando en cubierta el mejillón y comenzando su clasificación por tamaño. Los más grandes son los más codiciados por la industria conservera de delicatesen, y así podemos ver latas de conserva de mejillón con tan solo 4 ó 5 unidades. Los que se destinan a la industria conservera no delicatesen se cargan en “bruto” en camiones hacia las industrias donde allí mismo realizan la selección según tamaños y calidades. Los que encontramos en el mercado se seleccionan manualmente y se meten en mallas de 1 ó 2 kgs.

Habitualmente, el mejillón destinado a la conserva se recoge en verano y el que se consume en fresco habitualmente en otoño e invierno, aunque también a lo largo de todo el año. Además, es un producto con bajo contenido en grasas, muchas proteínas, vitaminas B12, B2 y B9, y con mucho hierro. Es fácil de cocinar y admite muchas y fáciles preparaciones: al vapor, en escabeche, a la marinera, con vinagreta, bechamel en su propia concha (los llamados mejillones “tigre”), en empanada… pero vamos a la ruta que me estoy yendo por las ramas.


Dejamos atrás el mundo del mejillón y las mejilloneras y nos encontramos con un pequeño barco que se dedicaba a la recolección de vieiras a través del arrastre poco agresivo de una red por el fondo del mar. La fatalidad para los 2 marineros de la embarcación fue que habían enganchado el aparejo en alguna roca y probablemente se habría terminado el día para ellos.


Continuamos recorriendo la costa alrededor de la isla en dirección a la salida de la ría al mar. Nos encontramos con las primeras pequeñas y tranquilas calas y el faro de Punta Cabalo, construido en 1852 sobre unas rocas, desde el que se puede disfrutar de unas vistas a la Ría de Arousa tomando algo en el pequeño restaurante que allí se encuentra.

Cuando llegamos al Islote de Areoso tuve claro que ya no quiero ir al Caribe ¿para qué? Si lo tengo al lado de casa. Areoso parece una duna de arena fina y aguas turquesas surgida del fondo del mar. Tengo claro que volveré un día de verano a disfrutar de un gran día de playa. Por tan solo 15€ ida y vuelta, Amare Turismo Náutico nos lleva y nos trae desde cualquier punto de la isla. Gabi se quejaba de la poca consideración de los propietarios de los yates o embarcaciones de recreo que siendo ésta una zona con una gran riqueza marisquera, no la respetaran como debieran y que al final pudiese incluso cerrarse el acceso para proteger su entorno.

Después de contemplar el Islote de Areoso nos acercamos de nuevo a la costa, al Parque Natural de Carreirón, una zona especial para la protección de aves como cormoranes, patos y garzas, de playas desiertas incluso en verano como la Playa dos Espiños y Dos Petóns, de aguas tranquilas y gran cantidad de árboles para una buena siesta a la sombra. Para llegar a ellas por tierra hay una caminata de unos 15 minutos pero merece la pena.

Dejamos atrás el Parque do Carreirón por la Punta da Cruz y Punta da Arnela para acercarnos al puente que une la isla con Vilanova de Arousa y observar el duro trabajo de los mariscadores de almejas y berberechos. Solo de esta manera se puede apreciar y valorar por qué este marisco tiene el precio que tiene en el mercado.
Aprovechando la parada y siendo ya la hora del aperitivo ¿qué mejor que una empanada de zamburiñas y una copa de albariño de Adega Eidos? Pues a ello nos pusimos siendo la envidia de todos los marineros que allí faenaban y a punto estaban ya de regresar a puerto después de un largo día de faena.
Cruzamos el puente muy despacio y con el motor algo levantado para no dañar el fondo marino ni la hélice, ya que la marea estaba baja (me quedé sorprendido por la poca profundidad). Gabi comentó que en días de mareas vivas, cuando la marea está baja se puede cruzar caminando de lado a lado sin dificultad.

Completando la vuelta a la isla, doblando la Punta do Furado y Punta Aguiuncho regresamos a nuestro punto de partida, no sin antes de la foto de grupo completando una jornada maravillosa en buena compañía y habiendo descubierto un “Caribe gallego” de arena fina y aguas turquesas.